“Donde la pobreza entra por la puerta, el amor sale por la ventana” así reza el viejo adagio de origen rumano, que se ha extendido por diferentes países, incluyendo el nuestro.
Puede que en algún momento se lo hayas escuchado decir a tu abuela, incluso es posible que tú mismo lo hayas repetido en alguna ocasión, pero lo que no es cierto, o al menos del todo, es que tenga que ser cierto.
Este antiguo refrán que va de boca en boca no hace falta que lo expliquemos, pues está más que claro, sin embargo trataremos de hacer un análisis sobre él.
Se refiere a un sentimiento que de acuerdo con el enunciado, no puede sentirse cuando hay una situación de por medio. Y no cualquier situación, sino la peor de ellas: la pobreza y el hambre.
De acuerdo con este viejo adagio, las parejas “enamoradas”, solo pueden estarlo cuando se encuentran en una buena situación económica, cuando hay abundancia, no cuando hay hambre.
Más, desde este punto de vista, ¿qué pasa con los pobres? Acaso ellos ¿no son capaces de amar? O se trata tal vez de que ¿no son dignos de ser amados?
El amor y la pobreza
La verdad es que muchas veces vemos parejas en las que hay más que amor de por medio, sino que un tipo de interés los mantiene unidos. En todo caso siempre uno de los dos está enamorado, el segundo solo saca ventaja de ello.
En estas relaciones, apenas el amor comienza a mermar, el amor salta por la ventana, se despide. Sin embargo el amor debe ser siempre firme, siempre puro, debe ser desinteresado, para que de esa forma pueda vencer las dificultades que siempre se presentan en el camino.
Solo en España existen 8 millones de personas en situación de pobreza, sin embargo, son personas que aún mantienen la capacidad de amar.
La pobreza es un asunto social, en el que la mejor línea de acción consiste en educar a la población, hacerlos conscientes de que los hijos que traemos al mundo son nuestra responsabilidad, por lo que solo debemos tenerlos cuando estemos en condiciones de cubrir sus necesidades básicas, de esa forma los índices de pobreza se reducirían en el mundo entero.
Esta situación se presenta como consecuencia de la falta de educación, educación a la que justamente los pobres no tienen acceso.
El amor, la pobreza y la religión
Una de las expresiones más reconocidas de la Biblia es la de Corintios 7, la cual reza que el amor “todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.
Pero ¿hasta qué punto una persona está dispuesta de dejar de disfrutar la vida por estar acompañada de alguien que no puede darle lujos, complacer gustos, ofrecer momentos únicos, y regalos costosos? La falta de liquidez puede hacer que el amor salte por la ventana.
Solemos pensar que una pareja debe apegarse a las palabras que repiten durante la ceremonia del matrimonio, “en la salud y en la pobreza, en la enfermedad y la salud, en la riqueza y en la pobreza”, más cuando los problemas comienzan a llegar, sobre todo los problemas económicos, esta premisa se va desintegrando, o se hace más fuerte. Y es que los malos momentos también pueden afianzar las relaciones.
Los momentos de dificultad que le toca vivir a cada pareja, pueden ser los grandes escenarios en los que se evidencia si efectivamente las dos personas están listas para amarse y dispuestas a perdonarse, pero en especial mantener la relación a flote a pesar de las carencias.
En estos tiempos el dinero es visto como la clave a todo, somos una sociedad consumista, por lo que el tener dinero suele ser sinónimo de éxito, de amor seguro. El dinero es alabado, buscado y deseado por todos, por eso su ausencia es notoria. Por eso su ausencia hace que el amor se debilite ante el aparecimiento de conflictos en el entorno familiar.